Gestionar los anhelos en el jardín propio.
VolverAunque abrazo los beneficios del desapego cíclico sobre mi propio jardín que imponen mi agenda personal y profesional, lo cierto es que esta circunstancia también viene cargada de anhelos. Los paisajistas tenemos la suerte de vivir nuestro jardín y el de nuestros clientes, igual que los escritores viven su vida y las vidas de los libros que escriben; pero conforme vamos expandiendo la práctica profesional, también vamos perdiendo tiempo disponible para la jardinería más íntima y profunda, que es la que uno practica para sí mismo.
Al menos, así lo vivo yo: salir en pijama y pasear el jardín con la primera luz del día, recorrerlo en silencio (qué pocas veces encuentro silencio en los jardines que no son el mío y cuánto lo necesito), vivirlo al detalle durante las cuatro estaciones, apreciar sus texturas a la luz de la luna, otearlo como una compañía callada desde las ventanas en el interior del hogar, mostrarlo a amigos y familiares, preocuparse a ciegas por él durante una tormenta fuerte… son experiencias que construyen capa a capa un vínculo con el jardín propio imposible de replicar.
La falta de tiempo y la lejanía del jardín respecto a la vivienda principal es algo muy frecuente en nuestro país, quizá no tanto en otros donde la ciudad también puede representar un espacio posible para la jardinería cotidiana. Los más jardineros sentiréis como yo entonces la nostalgia por el jardín propio en muchos momentos del año. Uno de mis anhelos principales es el de la propagación de plantas de semilla y esqueje en cantidades altas, lo que implica un seguimiento muy cuidadoso de siembras, riegos, luz, protección, trasplantes que me resulta imposible llevar a buen puerto con mis medios disponibles.
Otro deseo siempre pendiente es el de la lentitud, el de la conciencia plena en mi trabajo en el jardín. Cuando por fin me encuentro en él, me invade una urgencia de tareas pendientes e intenciones atrasadas en el calendario que me arrebata parte de lo que más buscamos en el jardín, que es el placer, el disfrute. Siempre oigo describir el trabajo en el jardín como un estado de éxtasis que yo no siento muchas veces: para un perfeccionista con poco tiempo, la jardinería puede ser un arma de doble filo.
Una última frustración es la de ver cómo pierdo parte de lo plantado por falta de los imprescindibles riegos de establecimiento. Mi consejo, que me aplico, es el de contar con ayuda. Sé lo difícil que es confiar en manos ajenas, especialmente en pueblos pequeños donde la mayoría de jardineros no tienen una visión moderna, pero con paciencia y formación podéis llegar a contar con grandes aliados que multipliquen las posibilidades del jardín.